Invasión de tierras en La Mosquitia: el riesgo de hablar con terceros
Tras varios intentos, logramos conversar con Edgardo, un miembro de una comunidad indígena que prefirió mantener su identidad por seguridad. “De esto no se habla con personas externas. Tienen dinero, armas y hasta controlan funcionarios”, explicó.
Según Edgardo, algunos indígenas han vendido sus tierras ancestrales por necesidad económica o engaños. “Aunque se pagan cinco o diez manzanas, los terceros terminan con mil o dos mil manzanas, parcelando, desbrozando para ganadería o vendiéndola a otros por millones”, agregó.
Origen de los invasores y la riqueza de la tierra
Los terceros provienen de Olancho, Colón, Cortés, Atlántida, Yoro, El Paraíso, Choluteca, Santa Bárbara y Copán. “Nuestra tierra es fértil, por eso preocupa la invasión forzosa”, señaló Edgardo. No es casualidad que estas zonas sean también rutas de tráfico de drogas provenientes de Sudamérica.
En 2013, el Estado entregó 600 mil hectáreas a 128 comunidades indígenas, cumpliendo un compromiso histórico con Inglaterra desde 1859. Sin embargo, la ley prohíbe la venta de tierras comunitarias a terceros, aunque los nuevos colonizadores ignoran esta protección y amenazan con la expropiación forzada.

Desplazamiento forzado: comunidades desaparecidas
El desplazamiento forzado se ha vuelto un problema crítico en La Mosquitia. La OIM reporta que comunidades enteras han desaparecido debido a la ocupación de terratenientes y colonos externos.
“Ahuas vila, una comunidad de 600 personas, fue despojada. Desplazados y asesinados, hoy no queda nada”, indica el informe.
Invasores más dañinos que los narcotraficantes
Jairo Woods, agrónomo y docente misquito, miembro de varias organizaciones que defienden el Parque Nacional Río Plátano, relata que desde 1998 comenzaron a acaparar tierras para pistas clandestinas de aterrizaje. Aunque no eran apoyadas, en esa época la zona estaba más protegida y las comunidades locales no eran afectadas.
A partir de 2012, siete familias se repartieron la Mosquitia. Además de otros negocios, comenzaron con ganadería intensiva, destruyendo bosques y afectando directamente a los pobladores. Incluso la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Brus Laguna (Agrabrul) está dominada por foráneos, excluyendo a los verdaderos productores locales.
Consecuencias para las comunidades indígenas
“El bosque fue devastado. Hoy hay más de 100 mil cabezas de ganado Brahman blanco para exportación a Guatemala, sin dejar beneficios a la comunidad. Los empleos son precarios y los trabajadores son explotados, incluso con pagos en drogas”, denunció Woods.
Estas prácticas extremas muchas veces terminan en asesinatos y desapariciones de indígenas. Una investigación internacional documentó la muerte de al menos 20 colonos asesinados por terceros para evitar el pago de salarios.
